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UNA BURLA SORPRENDENTE

  • Por Karla Tapia
  • 1 oct 2015
  • 2 Min. de lectura

El sábado 26 de septiembre a las 18:00 horas, era un día nublado y lluvioso. Karla después de una larga jornada laboral se dirigió al auditorio de la sala Blas Galindo, en donde el coro de la Escuela Superior de Música ofreció un concierto dedicado a la memoria de Karl Jenkins.

Karla que vestía con un abrigo negro, botas para la lluvia; el cabello recogido en una cola y con una bufanda, llegó a éste lugar en compañía de su madre.

Ambas ingresaron a dicha sala en punto de las 18:30 horas, para apreciar el tan esperado concierto del coro al que ella perteneció hace aproximadamente unos cinco años atrás.

El lugar era grande, cabían unos 2 mil espectadores aproximadamente; olía a café expreso; se percibían los nervios de algunos integrantes de la orquesta y del coro. Los caballeros vestían con traje negro y camisa blanca, y las damas con vestido de gala y peinados extravagantes.

El concierto dio inicio a las 19:00 horas, Karla con una sonrisa en la cara por escuchar las primeras notas musicales, recordó ágilmente la letra de la canción que en un momento interpretarían los cantantes.


Se le erizó la piel y le sudaron las manos, al escuchar la pieza de Adiemus que tanto le gusta, pues en algún momento ella fue la solista de la misma interpretación.

Ella se enojó mucho, pues a la solista se le olvidó la letra de la canción, entre abucheos y gritos, el profesor del coro paró la música y pidió una disculpa al público, iniciando nuevamente la interpretación.

Sonó nuevamente el violín con un sonido grave para acatar la atención del público que se estaba desesperando e inquietando por el error que tuvo la solista del coro, ésta a sus vez se retiró del escenario, porque ya no podía contener el llanto después del abucheo que los espectadores proclamaron.


A las 19:50 horas, ingresó al escenario la solista Natalia González, una de las mejores voces de soprano primero que tiene el coro de la Escuela Superior de Música, con una voz impresionante, y con seguridad ante el público, Natalia interpretó las canciones de Karl Jenkins con un tono suave, el cual hizo que el público olvidara el incómodo momento que por unos minutos tuvo el coro y la orquesta.

Con una duración de dos horas, y después de los incómodos momentos que ocurrieron, el concierto concluyó satisfactoriamente y el público quedó asombrado de la forma en que rescataron la interpretación de la obra.

Entonces terminó así un día de música clásica.


Fotografía: http://www.cenart.gob.mx/wp-content/uploads/2014/10/auditorio_blas_galindo_04.jpg


 
 
 

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