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CAPÍTULOS UNIVERSITARIOS

  • Por Fernanda Villanueva.
  • 8 oct 2015
  • 4 Min. de lectura

CAPÍTULO 1. ESTO APENAS COMENZABA.

Era el 12 de agosto del 2013, un lunes tan especial e importante. Era el primer día de clases, los nervios podría controlarlos solo al exterior; no tenía idea de lo que ese paso traería. Pero sí sabía que era el inicio de algo que duraría toda la vida. Estaba inscrito en la licenciatura en Ciencias de la Comunicación y Periodismo en la Universidad Latina campus Sur.

Eran las 8:00 am y ver a tanta gente caminar confiada allí me hizo entender que me hacía falta mucho por conocer.

Conforme las semanas transcurrieron, era fácil saber cuál sería mi equipo de trabajo y mis amigas y amigos. Karla, Itzell y Rose.

Pasaron dos semanas y conocí a un chico, ya sé, suena algo común. Es solo que enamorarse las primeras semanas de clase no suele ser algo fuera de lo normal pero pasó. Contra todos mis pronósticos y mis intentos de alejarme de él, las cosas sucedieron y no pude frenar el tiempo.

No me gusta mencionar el nombre de las personas que me han marcado por eso a él lo llamaré: Jean Claude.

Algunas veces es necesario estar dispuesto a hacer que las cosas sucedan o dejar que avancen para que no se pierdan ni se estanquen en el camino.

Mi primer semestre fue de descubrimientos, de entender que el camino que se recorrería tendría que ser largo pero que era el inicio de lo que sería el resto de mi vida.

CAPÍTULO 2. A VECES CARA Y A VECES…

Era el mes de enero, el nuevo año traía un semestre más. El segundo de los seis que conforman la licenciatura.

Este semestre era tan preciso decir que todo me dolía respecto a Jean Claude. Sin embargo tenía que continuar con el sueño, no me iba a detener la idea de estar con alguien que no me correspondía. Llegué a la Unila por una meta: lograr ser una periodista, y a eso me iba a aferrar cada vez que el sol se negara a salir.

Un 12 de marzo del 2014 el sol alumbraba como no lo ha hecho jamás. Los rayos del naciente sol de las 10:00 am, los torniquetes que nunca funcionan adecuadamente y la casualidad… lograron con esa mezcla imperfecta que conociera al amor de mis días… su nombre: Hanckook .

Él trajo a mi vida cuestionamientos, me pregunté hasta el suelo en el que pisaba. Tal vez lo necesitaba, tal vez no.

A lo mejor Hanckook apareció en mi vida para demostrar que todo podía ser tan diferente, que todo podía lastimar y amar.



CAPÍTULO 3. CAMINAR TE GARANTIZA UN NUEVO HORIZONTE.

La depresión post Hanckook hizo de las suyas. Tuve que reinventarme y sobrevivir al huracán que él representaba.

Algunos días decidí dejar atrás los malos ratos y sonreírle al mundo que nunca se detuvo por nada, ni siquiera por los síntomas de muerte que con los meses se iban presentado.

Al final seguí viva… o al menos sobrevivía.

CAPÍTULO 4. CAER Y LEVANTARSE.

La tormenta se había apagado. No había más daño que hacer, me volví inmune a las palabras y me convertí en alguien que se vio forzada por la situación.

Algunas mañanas caminaba sobre el edificio I en busca del calor que se me había arrebatado.

Respiraba por el pasillo central de la escuela en espera del milagro que el 12 de marzo ocurrió pero era tan iluso de mi parte querer traer conmigo el tiempo que hace mucho voló.

No era tan extraño que la gente me viera caminar sola por las inmediaciones de la Unila. Sin embargo el aire que entraba a mis pulmones por la mañana era más refrescante que cualquier cosa.

La historia no comenzó cuando me inscribí, la verdadera historia comenzó cuando las cosas que hice tomaban un sentido para mi vida.


CAPÍTULO 5. LA MEJOR ELECCIÓN: UNILA.

Un día giré hacia mi derecha, vi que los torniquetes seguían fallando y que el atardecer se llevaba el color del día y que dejaba el brillo de las estrellas conmigo.

Me pareció extraño notar que todo era tan distinto, no parecía un 10 de agosto común… los daños y los años habían pasado casi sin que me diera cuenta.

Por un momento vi cada rincón de las instalaciones y entendí que en realidad era mi hogar, que podía regresar el tiempo y mil veces escogería esta escuela que tanto me ha dado.

Miré cada espacio y en cada uno estaba un pedazo de mi vida, de mi crecimiento, de mis fortalezas y debilidades. En esta vida solo era capaz de encajar en un solo espacio y ese lugar es la Unila Sur, por la única razón, tan evidente, que mi vida no sería la misma si no hubiera pagado la inscripción aquí y si no hubiera aceptado el reto que supone levantarse cada día en busca de un sueño, en busca de la educación y el conocimiento. Y sin duda alguna todo lo que he buscado está aquí en la Unila.


 
 
 

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